Por Ayer, en el elegante Hotel Abba Fonseca de Salamanca, tuve la oportunidad de sumergirme en una experiencia enológica única, donde la Denominación de Origen Arribes desplegó su riqueza vinícola en todo su esplendor. Trece bodegas, de las 21 inscritas en la D.O. Arribes, se dieron cita para presentar sus vinos y compartir con nosotros, los asistentes, la identidad de esta tierra a través de cada copa.
Desde el inicio, la atmósfera fue un homenaje a la pasión y al compromiso por el vino. Productores de bodegas como Quinta las Velas, El Hato y el Garabato, Principia Naturalis y Arribes del Duero Sociedad Cooperativa, entre otras, compartieron con entusiasmo sus historias, sus métodos de elaboración y, por supuesto, sus vinos. Había algo muy especial en cada charla, en cada sorbo, que me hizo sentirme conectado con la tierra y con las manos que habían trabajado las viñas.
El evento contó con una amplia representación institucional que destacó la relevancia de la D.O. Arribes para la región. El Presidente del Consejo Regulador, Thyge Jensen, inauguró el acto, recordando con orgullo cómo la D.O. Arribes ha crecido en producción y ventas en la última década, además de darnos una idea de su prometedor futuro. Su mención sobre la importancia de preservar las variedades únicas de la región resonó con fuerza entre los asistentes. En un emotivo momento, se guardó un minuto de silencio en solidaridad con las personas afectadas por las recientes inundaciones en Levante, en particular recordando a las denominaciones de Utiel-Requena y Valencia, hermanadas en la misma pasión por la viticultura.
Cada copa que probé narraba su propia historia. Los vinos de Arribes se distinguían por una personalidad robusta y matices singulares que, al probarlos, evocaban el carácter de esta comarca fronteriza y sus suelos únicos. Uno de los aspectos que más me cautivó fue el equilibrio entre la tradición y la innovación: mientras que algunos vinos destacaban por su sabor pleno y profundo, otros sorprendían con notas frescas y atrevidas. Bodegas como Pardal y Punto o Valperdiz lograron cautivarme con propuestas que combinaban lo mejor de los métodos clásicos y un enfoque moderno que le da un toque distintivo a cada botella.
El periodista gastronómico Javier Pérez Andrés, con su vasta experiencia, resaltó el valor de los vinos de la D.O. Arribes en el contexto de la hostelería provincial y defendió con pasión la singularidad de sus variedades. Fue reconfortante escuchar su reflexión sobre cómo la viticultura en Arribes no solo se trata de vino, sino también de resistencia y esfuerzo contra la despoblación, un problema que afecta a muchas zonas rurales en España.
La jornada de cata se convirtió en un espacio de intercambio enriquecedor, donde pude interactuar con sumilleres, distribuidores, estudiantes de hostelería y representantes de distintas asociaciones. Todos compartíamos la misma fascinación por el trabajo cuidadoso y artesanal que caracteriza a los vinos de esta denominación.
Al cerrar el evento, me quedé con la sensación de haber recorrido una pequeña parte de Arribes en cada sorbo. No se trataba solo de vino; era la tierra, el clima, las manos y los corazones de quienes lo producen lo que hacían cada degustación especial. Sin duda, esta experiencia me hizo valorar aún más el tesoro enológico que tenemos tan cerca, un patrimonio que merece ser conocido, saboreado y celebrado.
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