CrónicasMúsica

Rulo y La Contrabanda | C.A.E.M. Salamanca

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Fue en 1990 cuando Tesla grabaron en Filadelfia, en el Trocadero, cuando se sentó las bases para toda aquella llegada de grandes noches en acústicos/eléctricos pero menos, que vino después sobre todo gracias a la MTV y su Unplugged, y que dio la posibilidad de poder ver algunos conciertos en ese formato sencillamente históricos y maravillosos, de Kiss a Nirvana pasando por Aerosmith, K.D. Lang o Duran Duran, pero el que suscribe siempre ha pensado que lo de el “Five Man Acoustical Jam” era algo especial. Hace unos días Rulo (Raúl Gutiérrez, agosto 1979 Reinosa) en una entrevista dejaba un titular –“No me volveré a subir a un escenario con alguien con el que no me llevo bien”- que se me vino cuando con La Contrabanda al completo ya en el escenario precioso del C.A.E.M., arrancaron “Como Venecia Sin Agua” y me pareció estar ante una de aquellas noches tan especiales.

 

Hay poco que decir que no vea cualquiera de la reinvención de la carrera del protagonista, desde que dejó su banda La Fuga hace ya un montón de años. Que la decisión hacia tic tac era obvio, pero que como se ha visto fue un acierto, también. Por el camino hemos ganado, cualquiera que ame la música me refiero, quince discos y un montón de canciones, pero sobre todo un gran compositor cuya carrera en solitario ha funcionado sin ningún tipo de las dudas que tamaña decisión pudo suscitar al estallar.  Y eso lo miren por donde lo miren, es mucho decir. La parada en Salamanca de su ultima gira “Cercanías y Medias Distancias”, una de las fechas postreras, fue el termómetro perfecto para medirlo.

 

La lista de nombres que glosan los teatros con su música, de Bunbury a NOFX pasando por LoquilloFito o todos los demás que queramos aportar, es tan larga que da dos vueltas a la manzana, pero no creo que eso le reste importancia a la oportunidad de poder ver noches tan mimadas y cuidadas, y que se llenan además de momentos y matices casi únicos por el formato. Por supuesto tiene peaje. La estúpida atadura a una silla que impide el movimiento, mas allá de momentos puntuales, es una agonía para quien frecuenta los otros conciertos al uso. 

 

La escenografía que se traía era un must para entender el porque del pase. Con el trasfondo de una estación de tren cuyo cartel de parada cambiaba (Reinosa Chamartín y, esto es interesante, Paris), un montón de maletas, un actor en performance haciendo de vigilante ferroviario, y hasta los avisos por megafonía, junto con un gimmick  supremo en la forma de un tren atrás, las canciones se solaparon con las pequeñas y medidas interacciones con el decorado. Obviamente todo esto se quedaría en una mera anécdota de no ser por la banda tremenda que lo sostenta y acompaña al hombre. Y ahí en opinión del que suscribe es donde se vio lo realmente grande, en todos esos momentos de interacción, y vuelvo al titular, entre ellos  que la noche deparó.

 

Abriendo el solo con la traslación de “Confeti”  y un sentido “Verano del 95” va llegando el grupo y se desatan en una inmensa “Venecia Sin Agua”. La batería -que brillante estuvo toda la noche- de Cristián “Chiloé” Concha, la guitarra de muchos kilates de Dani “Pati” Baraldés (teníamos allí a uno de los tíos de El Fantástico Hombre Bala es cierto pero tiene un currículo que asusta, un servidor no pudo apartar la vista de su hacer a lo largo de todo el bolo), el bajo y acordeón de Enrique Mavilla y el eterno e imprescindible escudero que es Fito Garmendia juntos se tornaron imbatibles en una comparecencia llena de momentos brillantes a la que solo le sobró la tiranía de los asientos y lo civilizado, obligado, del publico que el lugar da por sentado.

 

La lista del cancionero en el que navegó, de “Tu Mejor Versión” a “Dentro de una canción”, la recuperación de viejos estándar como “La Balada del Despertador” o “Buscando el Mar”, la inclusión de temas claves que todo el mundo quiere ver y cantar (anda que “Buscando en la Basura”, “Por Verte Sonreír” o “P´ aquí, P´alla” necesitan explicaciones) se aliaron con la multifunción de instrumentos de los músicos, acordeón guitarras bajos percusiones varias, y la entrega del protagonista – se bajó a bucear en lo hondo en “La Flor” y en “32 escaleras”- con momentos de casi épica,  “La Ultima Bala” o el sentido hacer de “Mi Cenicienta”, y cuando echan el cerrojo con “Mi Cabecita Loca” y “El Vals del Adiós”  no creo que nadie se sintiese defraudado de lo que vio.

 

Cuando todo acaba suena por arriba el “Long Train Runnin´” de los Doobie Brothers. Que apropiado Tesla primero y luego eso.

Grande.

Paco Jiménez
El Rock n Roll es más grande que la vida

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