Sería en opinión del que suscribe una osadía juzgar, aquí o en cualquier otra parte, las razones de una las decisiones más drásticas de la escena musical de los últimos tiempos. Y conste que no será porque no haya dado pistas desde que empezó, en su primer álbum “Mosaico” estaba aquel “Réquiem de Obertura” que ya lo decía, y en 2012 dijo que su despedida vendría de lo harto que le tenia la industria musical, pero aún así nadie que amara sus canciones quería enfrentar el momento.
De ahí que cuando en marzo del pasado año anunció que echaba el cerrojo a su trayectoria musical, y esgrimía razones de índole puramente personales, buscar paz y tranquilidad o querer pasar más tiempo con su hijo, nadie debería haberse sentido sorprendido, más allá del shock que supone perder a un artista tan especial para tanta gente. Y tampoco debiera asombrar que quiera ejercer a tiempo completo su otro yo, el literario, a poco que se haya estado atento a su trayectoria. Era un secreto muy poco secreto tras la salida de “Votos en Contra” su segunda novela.
Con esas miras la gira por salas que ponía el punto final antes de los obligados festivales, era una cita para la historia porque, no olvidemos esto, verlo en los grandes eventos veraniegos es otra cosa totalmente distinta en la que se pierden la cercanía y la intimidad. La expectación de los días previos como en toda la gira estaba por las nubes, y no creo que nadie que atesorara un ticket para verle (se agotaron en minutos) se sintiera defraudado de lo que pago por el. Por supuesto que podríamos especular con la entrada, hubiera sido buena idea reservar dos noches en Salamanca a tenor de lo visto, pero solo son elucubraciones ante las cuales la realidad, un pase para los casi 400 privilegiados que habían conseguido acceder, manda.
Existe una discusión entre quienes frecuentan conciertos de toda índole, probablemente agravada por los cánones de la Urbana, sobre la duración que deben blandir estos, y no será por que un servidor no les haya hablado ya aquí antes de ello. Hay que ser en mi humilde opinión, una clase muy especial de artista para hacer un bolo largo y que no se haga espeso, aburrido o repetitivo hasta la saciedad, y Rayden ante una abarrotada Sala B lo consiguió yéndose hasta las dos horas de minutaje, con veinticuatro temas desde que arrancó con “La Patria de los Ausentes”. Ya desde ese primer contacto se pudo ver la enorme fortuna, y el buen gusto también, que tiene el hombre para elegir a los músicos que le acompañan.
Jonathan Turner y Héctor García a las guitarras, Jorge Gómez DJ Mesh en los platos, Johny Sánchez al bajo y el espectacular Cesar Uña a la batería estuvieron en maestro, el tipo tiene su propia E Street Band sin duda, y lanzaron a un nivel estratosférico el cancionero del protagonista.
Claro que mención aparte merece el gran Mediyama ejerciendo de corista de lujo, en realidad se devoró el escenario y el hombre le dio espacio de sobra para que nos llegara lo bueno que es en lo suyo (quienes tengan una copia de “Mindfuck” sabrán de que les hablo) acompañándole siempre y tuteándole con su voz en perfecto estado. El set-list como no podía ser menos fue un must detrás de otro, “Pólvora Mojada” “A Mi Yo de Ayer”, Finisterre”, “Meteorito”, cantadas e interpretadas con precisión quirúrgica, y coreadas con la épica que solo una noche así puede dar.
Hubo momentos de emoción a raudales (la luz roja que bañaba el escenario que lució una mimada escenografía mientras hacían una sentida “Alma 22”, el subidón de “Calle de la Lloreria” con todo el mundo cantando, el abigarrado arreón de “Don Creique”, la deliciosa traslación de “El Mejor de Tus Errores”, el hacer “Ubuntu” a pelo sin microfonia ni equipo, por citar algunos) en la que hasta que acabó, para las retinas de quienes lo vivieron queda “La Mujer Cactus y el Hombre Globo” y el impresionante final que dio “Multiverso” y la esperada “Matemática de la Carne”, no decayó el show en ningún momento, y eso en los tiempos que corren en la escena y con esa duración, es mucho decir amigos.
Dentro de unos años podremos contar con pasión que estuvimos esa noche. ¿Saben Harry W. Longfellow?, aquello que decía de grande es el arte de empezar, pero más grande es el arte de terminar.
Misión cumplida, sí.
Comentarios