Disney dijo una vez «me río en la cara del peligro» y se puso a desenterrar clásicos para darle la manita de pintura del CGI. Así, sin pensar. Por ello, contraataca con otro de sus clásicos en un intento de recrear la carne, el pelo y el hueso, pero por ordenador. El Rey León vuelve en versión informática sin librarse de la crítica y del escepticismo que tilda a la nueva tendencia de la factoría del ratón.

Se asomaba hace un año, un tímido león cachorro de entre la estampida de trailers del cine, que bien parecía un documental de National Goegraphic que se nos había colado entre tanto estreno. Pero no, era el Rey León. La primera impresión que me dio fue la de «oh no, Simba no». 

Juré en todos los idiomas que no iría a verla, porque lo que es sagrado (y de la realeza) se mira pero no se toca. Y esto se refuerza cuando nuestro Mufasa del mundo de los vivos, muere. Constantino Romero, se nota y nos duele tu ausencia. Por ello, le di una tímida oportunidad, «bueno, si acaso, en VOSE». Y un tiempo después, el notición. Beyoncé se mete en el doblaje. Ahora sí. 

No os voy a engañar que soy megafan de la cantante y la he visto como actriz en la Pantera Rosa, en Dream Girls y en el archiconocido Austin Powers (entre otras) y como dobladora en Rise. Pero parece que le ha cogido el gustillo a esto y se atreve con Nala.

Bueno, en la vida hay que probarlo todo y con lo anterior sumado al eterno James Earl Jones ya nos coronamos. Aun faltándome Whoopi Goldberg en Shenzi (pero por qué señores, ¡POR QUÉ!) apañé a una muy buena compañera de butaca (qué pasa Hygles, un abrazo) y me adentré al cementerio de elefantes.

Desde el segundo uno, caímos en un trance propio de la jungla. No hablábamos (y mira que es raro entre la amiga y yo), no pestañeábamos ni podíamos movernos un milímetro. ¿QUÉ ERA ESO? De repente volvemos a tener 5 años y recitamos trozos del diálogo, seguimos la música y rememoramos escenas que nunca se desvanecen.

Vemos a pico de plátano, Zazú, con acento inglés, el tío Scar que sigue gustándome como el primer día y a un Simba cachorro que podría ser cualquiera de nosotros en aquellos maravillosos 90. Todo lo que baña la luz sigue brillando como los campos de la Armuña, con un Mufasa que ojalá gobernara España.

Un poco de bailoteo interrumpido por las siempre despampanantes hienas y el rugido de un Mufasa que salva a su hijo de entre las calaveras y los costillares. Al detalle. Una reprimenda de tu padre que te quita el móvil una semana y te jura que no sales de casa nunca más en tu vida, pero que con una mirada a las estrellas, se le pasa. Porque es un padrazo, como los de todos los que estábamos en la sala.

Pero, pero, pero, amigos, llega el momento estampida, sí,  y siento el mismito dolor como si fuera uno de mis familiares. ¡Pero si es un dibujo/animal hecho por ordenador! me da igual, es Mufasa, y siempre será el Rey. Sentimos empatía por Simba y dolor por Sarabi, pero todo se cura con Timón y Pumba. Llegan a escena las viejas glorias bien conservadas en humor y pelaje. FANTÁSTICOS. Y si hablamos de homenajes bien hechos, no podemos quitarle importancia al sabio Rafiki. Una reconstrucción plan renove espectacular del que no dejamos de aprender.

Y como en el artículo de Aladdin, no les haré spoiler a los muchachos que no la hayan visto aun (ya os vale, ¿no?) pero llega el final y se me revientan las palmas de las manos aplaudiendo como si yo estuviera en esa roca.

Ahora bien, mi opinión:

Lloramos, reímos, aplaudimos pero cantamos poco. Las canciones, salvo las míticas «Circle of Life» y «I Just Can’t Wait to Be The King», recortadas dejando atrás una de las más geniales «Be Prepared» (que le voy a hacer si a mí las canciones que me gustan son las de los villanos).  Como músico y como niña de los 90, me he sentido un poco ofendida. Me esperaba unos re-arreglos al estilo Aladdin (2019). Hans Zimmer, soy tu fan number one, lo sabes, y entiendo que te habrán dejado meter mano hasta donde has podido, siempre grande.

Pero si hablamos de música, Beyoncé nos sorprende con un album propio, «The Gift», inspirado en la cinta y se marca otro exitazo 2×1. Entiendo que para compensar lo del doblaje, que mira que iba yo ilusionada pero no, no me gustó (ya lo siento, querida, el Coachella muy brutal pero, como diría Mufasa, hay que aprender de los que están arriba, de los reyes del pasado, como James Earl Jones).

No parece un documental de National Geographic como amenazaban las críticas de los, que cuando esto se estrenó en VHS, ellos no eran ni proyecto. Los niños de los 90 hemos tenido un momento para revivir lo que sentimos hace tantos años.

Eso sí, por encima de todo me quedo por la original, con el musical y con mis cromos de panini, mis recuerdos. Pero ha sido una experiencia y un día para volver a ser niños. Innegablemente una obra maestra visual.

Os lo confieso, lloré, como nunca. Y mi amiga, y la desconocida de al lado. Compartimos pañuelos. Porque todos hemos sido Simba, y siempre lo seremos.

Lo más fácil es saber decir Hakuna Matata

Maria González
De pequeña leía el periódico junto a mi padre, ahora redacto junto a mis compañeros. Aficionada del motor y la naturaleza.

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