Anteriormente… nos habíamos quedado en el gran problema que había a la hora de clasificar a los seres vivos, ya que solo se tenían en cuenta caracteres muy artificiales y se usaban muchos nombres para describir a una especie. Esto no tardaría mucho en solucionarse porque llegó el «príncipe de la Botánica»: Carl Nilsson Linnæus (o Carl von Linné).
La solución al problema de las clasificaciones
Imaginemos que se nos pide ubicar a la ciudad de Salamanca dentro de categorías geográficas. Una forma válida podría ser la siguiente:
- Continente: Europa
- País: España
- Comunidad autónoma: Castilla y León
- Provincia: Salamanca
- Municipio: Salamanca
Cada una de las categorías (continente, país, provincia…) tiene una jerarquía, un orden en el que hemos pasado desde un plano más amplio -continente- a uno más local -municipio-.
Ahora hagamos lo mismo con un lobo, ¿se puede aplicar una jerarquía para conseguir de nuevo un cierto orden? El joven Carl Nilsson Linnaeus dio con la respuesta afirmativa.
Carl Nilsson Linnaeus, «el príncipe de la Botánica»
Nacido en Råshult (Småland, Suecia) en 1707, ya desde pequeño mostraba gran interés por las plantas y sus flores. Pese a que no abandonaría la Botánica como su principal vocación, en 1728 Linneo decidió estudiar Medicina en la Universidad de Upsala (de la que acabaría, por cierto, siendo rector).
Durante su época de estudiante, el joven Linneo viajó por todo su país para seguir apreciando la diversidad vegetal, e incluso formó parte de una expedición a Laponia donde pudo observar plantas nunca antes descritas.
Consiguió el título de Doctor en Medicina por la Universidad de Harderwijk en 1735, aunque desde segundo de carrera ya daba clases y conferencias por diferentes universidades.
No obstante, una promesa que hizo con un amigo marcaría el resto de su vida…
La promesa del joven Carl
Petrus Arctaedius (Peter Artedi) era un joven estudiante sueco que dedicó su carrera al mundo de los peces.
Coincidió con Linneo durante su estancia en la Universidad de Upsala. Allí, en 1732, cuando ambos iban a abandonar la ciudad, hicieron la promesa de completar y publicar los manuscritos del otro en caso de fallecimiento. Lamentablemente, en 1735, Linneo tuvo que cumplir su parte, ya que Peter Artedi murió ahogado en los canales de Amsterdam.
Los manuscritos de su amigo supusieron un antes y un después para Linneo, ya que, para estudiar los peces, Artedi los clasificaba en grupos de orden, género y especie.
Esa clasificación de su amigo hizo que Carl von Linneo publicara Systema naturæ, obra que se considera todavía a día de hoy, una de las mejores aplicaciones del método científico.
El sistema de clasificación de Linneo
Linneo separa a los seres en tres grandes grupos: reino animal, reino vegetal y un controvertido «reino mineral«. Pero no se queda ahí, sino que en cada uno de esos reinos establece unas categorías taxonómicas para ordenar y poder distinguir unas plantas de otras (Species plantarum, 1753) o unos animales de otros (10 ed. Systema Naturæ, 1758).
Incluso por primera vez en la historia, ¡se incluye al ser humano dentro del orden de los Primates!
Si volvemos al ejemplo antes mencionado, para organizar a un lobo Linneo utilizó el siguiente método:
En este ejemplo, al igual que el ilustrado con Salamanca y su geografía, las categorías (o categorías taxonómicas como las denominó el propio Linneo) Reino, Clase, Orden, Género y Especie (siendo esta última la base de la clasificación) presentan un orden jerárquico que permite organizar a los individuos desde grupos más amplios a subgrupos más concretos: son los taxones. Por esta forma de ordenar a los seres vivos, Linneo es conocido como el fundador de la Taxonomía.
[Si hay algún lector que haya estudiado Taxonomía, puede recordar que hay más categorías, pero las que usó Linneo fueron estas (a lo largo de los años se añadirán más, como ya veremos…)]
Además, ayudaba a solventar otro problema: se usaban, y hoy todavía se usan, nombres vernáculos (es decir, aquellos propios de habitantes de un país o zona concreta para referirse a una planta, animal…) que son diferentes a los usados en otras regiones.
Un ejemplo, si vas a Suiza, en función de la parte en la que te encuentres, los habitantes se van a referir al helecho común como felci, grande fougère, Adlerfarn… ¿cómo homogeneizar y solventar este problema?
La solución de Linneo para el problema de los nombres: el sistema binomial
Linneo estableció un procedimiento para referirnos siempre a un individuo de la misma manera en todas las partes del mundo. Solo había que usar tan solo dos palabras y dos reglas: debe escribirse en latín (al ser una lengua muerta no había problemas de actualización) y ser único para cada especie.
- 1ª palabra: Nombre del género escrito en mayúscula inicial (el resto minúscula). Ej: Canis
- 2ª palabra: Epíteto o adjetivo que describa a la especie en particular (escrito todo en minúsculas). Nunca puede ir sin estar acompañado de la 1ª palabra. Ej: Canis lupus (decir solamente «lupus» no dice nada)
Así, con este sistema, Linneo fue capaz de diferenciar a las especies con tan solo dos palabras y llegar a describir cientos de plantas y animales. Tan relevantes fueron sus obras Species plantarum y Systema Naturæ que sendos años de publicación se han fijado como la referencia para la incorporación de los ulteriores nombres científicos.
[Hoy se han implantado nuevas normas como la de escribirlos siempre en cursiva o subrayados. O que a estas dos palabras les acompañen la sigla del descubridor de la especie, la obra donde se describió por primera vez y el año de publicación de esta… Evidentemente hay excepciones a la norma y peculiaridades curiosas, pero bueno, eso es otra historia…]
Llegados a este punto, la clasificación de los seres vivos en animales y plantas (el ser humano estaba asignado dentro del orden Primates y por tanto, era considerado como otro animal más) no era suficiente.
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