En la noche del 4 de enero de 2021, el primer ministro Británico Boris Johnson anunciaba el confinamiento total de Reino Unido hasta el 15 de febrero, permitiendo salir de casa únicamente para trabajar (de no ser posible el teletrabajo), acudir a cita médica, comprar artículos de primera necesidad o cuidar a personas dependientes, permitiendo salir únicamente una vez al día para hacer ejercicio físico, sólo de forma individual.
Esta decisión, tomada por parte del ejecutivo británico, ha sido consecuencia de los datos de contagios en el Reino Unido durante estos últimos días, generados a raíz de la conocida como “cepa británica”. Registrando 58.784 nuevos contagios en las últimas 24 horas, la cifra récord en Reino Unido durante toda la pandemia.
La primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, anunció también este lunes la entrada en vigor de un confinamiento en la nación británica desde la medianoche del 5 de enero y durante todo el mes de enero.
A todo esto, se le suman los problemas de aislamiento respecto al resto del mundo, generados una vez más, por la nueva cepa del virus, agravándose durante los últimos días del año, mientras Reino Unido y Bruselas, negociaban el último acuerdo comercial en lo relativo a la pesca, que es dónde más diferencias de opinión se habían presentado. Finalmente, contra todo pronóstico, acabó dando sus frutos el día 24 de diciembre.
Durante los días anteriores a Navidad, la frontera entre Reino Unido y Francia fue súbitamente cerrada, provocando una situación de completo caos, en la que miles de camiones quedaron totalmente varados en las carreteras y autopistas de la región de Kent. Los ciudadanos, movidos por la incertidumbre, arrasaron con los principales productos de los supermercados británicos por miedo al desabastecimiento.
A pesar del inicio de la campaña de vacunación y la reciente integración de la propia vacuna desarrollada por AstraZeneca y la Universidad de Oxford, la situación de Reino Unido no podría ser más preocupante, teniendo por delante unos meses realmente duros, en los que deberán coordinar la rápida vacunación de la población con un estricto confinamiento que permita recuperarse a los ya devastados hospitales británicos.
En definitiva, el ejecutivo británico se enfrenta a una de las situaciones más complicadas de su historia reciente justo tras salir definitivamente de la Unión Europea, algo que, ya está trayendo aún más dificultades al país.
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