Fue el público amigos, fue el público.
Hay en opinión de un servidor cierto despiadado voyerismo contenido en constatar como el paso del tiempo afecta también, sólo faltaba, a nuestros artistas favoritos como al común del resto de los mortales. La urgencia por verlos que propicia la subida implacable de los dígitos etarios, es casi proporcional a la cantidad de farewell tours a los que, perplejo en mi caso por las falacias que suponen la mayoría, tenemos que asistir.
Por supuesto que no a todo el mundo le va igual en la situación.
Es casi digno de estudio ver como se conservan, con o sin ayuda de la ciencia medica que esa es otra, y como alguna privilegiada minoría sigue siendo imbatible encima de las tablas (aunque no así a la hora de entrar en un estudio cuyas mejores horas ya quedaron atrás) derrochando cantidades ingentes de una energía que por la mera cuestión de la edad, en teoría, les estaría vedada. Los ejemplos son claros y no hace falta citarlos, tanto aquí como fuera, y afectan a cualquier estilo. Pero la cosa es que queramos o no la cuestión del ciclo vital con el implacable reloj haciendo tic tac, esta ahí y sólo hace falta mirar.
Y claro, a eso voy, lo que vale para los de arriba del escenario, también vale para los de abajo.
No hay casi nada por escribir que no se haya hecho ya, de una figura legendaria de la música patria como Jorge Martínez. En activo desde hace mas de cuarenta años, pero, esto es interesante, reivindicado sobre todo en los últimos con los documentales, las re-ediciones y los libros, es el artífice de una de las carreras mas imprescindibles y longevas del Rock de la historia del país con su banda Ilegales. Y por extraño que parezca algunas veces se olvida que además de un compositor excelso de canciones es un guitarrista impresionante, sin perderse de vista tampoco que, aunque suene casi irreal, calza ya los sesenta y seis.
La oportunidad de volver a encontrarse con el y el grupo en el marco del Iberia Festival era imperdible.
No les negaré que un servidor entró en pánico cuando por causa del tiempo se tuvo que suspender la fecha inicial del evento, y se trasladó al difícil mes de agosto con todo el mundo de vacaciones, y la ciudad medio vacía volcada en las fiestas de los alrededores. Al final no fue para tanto. La entrada fue mas que digna, se pasó de los tres mil tickets, y el Espacio MAS se llenó de una mezcla de edades es cierto, pero casi todas altas o muy altas. La diferencia abismal con lo que va a pasar allí en menos de una semana, me refiero al Urban Hood, se podía palpar, y no creo que sea mas importante una cita que otra. Es más, en mi humilde opinión, son complementarias y necesarias ambas.
Encajados en medio del cartel, tras el paso fulgurante y cumplidor de Bicho Pal Monte que superaron con nota el papelón de abrir una tarde tan comprometida, gozaron sin ninguna duda de uno de los mejores sonidos del festival, y ofertaron un pase áspero y macizo con todo el grupo en un estado de forma espectacular. La compañía que tiene ahora Martínez, no se debe obviar que el bajo de Willie Vijande con altibajos lleva muchos años en el grupo, con Jaime Beláustegui en la batería y el mas nuevo Toni Tamargo en los teclados y guitarra, es poderosa y precisa, y hace que la banda suene demoledora (las líneas de bajo literalmente golpeaban). Sin artificios ni espacio para tonterías sólo con las canciones y toneladas de actitud de la vieja escuela que, desde que abren con “Tantas veces me he Jugado el corazón que lo he perdido”, al final, clavan con precisión quirúrgica.
Empalman seguidas sin respirar casi “Si no luchas te matas” y la primera visita al material añejo con “Ella saltó por la ventana” y un momento antes de encarar la inmensa “Chicos pálidos para la máquina” el hombre se dirige al público por primera vez para hablar de “los estragos de la vida disipada” (luego contaría la famosa anécdota de la composición de “Soy un macarra” vía Serrat , haría una mini historia de las anfetaminas o hablaría del alcohol) de la que siempre ha hecho apología, y la elección de “Todo lo que digáis que somos” seguida, adrede o no imposible saberlo, lo refrenda.
Vuelven al material mas reciente, tarea ingente abarcar en un set-list los gustos de todo el mundo con una producción tan amplia, con “Voy al bar” y cambian de nuevo con la imprescindible “Agotados de esperar el fin” que impresiona. La guitarra brutal que abre “El norte está lleno de frio” y la que empalma con “Enamorados de Varsovia” son impecables, juraría que no fallaron ni una nota en todo el pase, y hasta la falta del saxo en “Ángel Exterminador” no se echa de menos de lo bien que resultó. El problema era que a todo esto que estaba pasando arriba nadie parecía responder abajo, mas allá de unas contadísimas palmas y algunos movimientos de cabeza. Y ahí voy con lo de el principio. Quitando la ultima parte de la comparecencia ya con la gente mas metida en el bolo, se echaron en falta mas bailes y mas sudor en una olla en la que debió haber mas sangre en las venas que se suponen a estas cosas.
Y no será por lo que nos lanzaron. Tomen nota.
La preciosa “Regreso del vacío” (casi se podía ver al tío de Vetusta dando palmas cuando le propusiera cantarla), la ocasión de ver en directo “Princesa Equivocada” (esto fue muy emocionante), la hosca y políticamente incorrecta “Eres una puta”, el, según dijeron, experimento de hacer “Juventud, egolatría” seguida de “Hacer mucho ruido”, el poder ver “Nunca lo repitas en voz alta”, “Soy un macarra” y “Destruye” seguidas y aunque se echa de menos que la alarguen mas, fue tan punk como luego “Bestia, bestia” ó la brutal “Dextroanfetamina” con “Todos los peligros me conocen” intercalada. Se fueron a, agárrense para los tiempos que corren, veintisiete canciones y el must de la parte final fue casi inabarcable.
Todas las que piensan.
Las reediciones de los primeros discos deberían servir para que quien no se haya acercado nunca a esos temas pueda descubrirlos. Como iniciar esa ultima parte del bolo con “La casa del misterio”, “Yo soy quien espía los juegos de los niños” y “Hombre solitario” de corrido, o como acabarlo con “Tiempos nuevos, Tiempos salvajes”, “Hola Mamoncete”, “Caramelos podridos” y un glorioso “Problema sexual”. Y aunque es cierto que ya no flota la sensación de peligro que emanaba antes, atrás quedan el stick de hockey y el hijo secreto del Papa, se ha suplido con la efectividad y el hacer impecable de una banda que, simplemente, parece atravesar una segunda juventud, y que a la vista de los últimos lanzamientos aun puede ofrecer algo con lo que justificar salir de nuevo a la carretera mas allá de su pasado intachable.
Cuando suena por arriba “Canción Obscena” y todo termina pienso en un tipo apoyado en un coche sangrando mientras el que suscribe, un crio fugado de casa a base de engaños para ir, había entrado (aún no logro explicármelo) en el primer bolo de la banda en Salamanca.
Ojalá el tiempo del que hablaba antes, nos permita tenerlos muchos años mas.
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