En el mundo de la creación de contenido, la fotografía y el arte, la juventud es un arma de doble filo. Por un lado, muchos jóvenes llegan a sus respectivas industrias con nuevas ideas, energía y talento fresco. Por otro, a menudo se enfrentan a prejuicios, falta de reconocimiento y, peor aún, a situaciones en las que profesionales más establecidos se aprovechan de su inexperiencia o ganas de crecer.
Un ejemplo claro de esta situación lo encontramos en la denuncia reciente hecha por la creadora de contenido y fotógrafa Natalia Bautista (@nataliabautistta). En un vídeo compartido en sus redes sociales, Natalia narra cómo un cliente le solicitó presupuesto para un trabajo, pero antes de que pudiera enviarlo, el cliente borró toda la conversación y, en un giro aún más frustrante, publicó historias en Instagram criticando el profesionalismo de los jóvenes. En su mensaje, este individuo instaba a otros a no confiar en personas jóvenes, acusándolas de ser irresponsables y de no tener compromiso. Un ataque injustificado que Natalia, como muchos otros jóvenes en su situación, tuvo que enfrentar simplemente por ser parte de una nueva generación que lucha por abrirse camino en un mundo laboral lleno de obstáculos.
La hipocresía del sistema
Lo más preocupante del caso de Natalia no es solo la crítica injusta y malintencionada que recibió, sino la actitud generalizada que se esconde detrás de este tipo de situaciones. Muchas personas y empresas buscan beneficiarse del trabajo de jóvenes creativos, ofreciendo «oportunidades» que son, en realidad, excusas para obtener trabajo a precios irrisorios o sin la debida retribución. Se les dice que «les falta experiencia» o que «deben aprovechar cualquier oportunidad», mientras que, detrás de estas palabras, se esconde una realidad más dura: los jóvenes son subvalorados y su trabajo, muchas veces, es tomado por mucho menos de lo que realmente vale.
Como Natalia señaló en su vídeo, esta dinámica no es una situación aislada. Es habitual que quienes piden colaboración o servicios a jóvenes creadores lo hagan con la promesa de «nuevas oportunidades» o de «crecimiento», solo para luego vender ese trabajo a precios mucho más altos o para utilizarlo en beneficio propio sin retribuir adecuadamente al profesional que lo realizó.
El apoyo de las personas y la lucha constante
Afortunadamente, Natalia no está sola en esta lucha. Tras su denuncia pública, varios creadores y fotógrafos se sumaron a la conversación en apoyo a su causa, destacando la falta de ética y profesionalismo por parte de aquellos que, en lugar de valorar el trabajo joven, intentan desacreditarlo. Entre los comentarios más destacados, David Casanova, otro fotógrafo de renombre, compartió su experiencia de cómo, cuando él mismo comenzaba, varios profesionales del sector intentaron ponerle la zancadilla. «Ni que tener más años te hiciese profesional por arte de magia«, comenta, subrayando la absurda idea de que la edad determina automáticamente la calidad del trabajo.
Otro usuario recalca la envidia que muchos sienten al ver a jóvenes destacando en su sector, y cómo esta actitud de desprecio no es más que un reflejo de la inseguridad de aquellos que no tienen nada nuevo que aportar. «Lo que se ve ahí es envidia y ganas de fastidiar e infravalorarte«, escribe, reflejando el sentir de muchos.
Una reflexión necesaria
El caso de Natalia es un claro ejemplo de un problema estructural en nuestra sociedad: se promueve la idea de que los jóvenes deben «aprovechar» cualquier oportunidad, pero cuando intentan establecer su propio valor o exigir un trato justo, se les acusa de ser irresponsables o de no estar preparados. Es una narrativa peligrosa que permite que algunos se aprovechen del talento emergente sin ofrecer a cambio el reconocimiento ni la compensación adecuada.
Es hora de que este ciclo cambie. Las personas jóvenes aportan nuevas ideas, enfoques frescos y una energía que es vital para cualquier industria. Sin embargo, esto no debe ser excusa para que su trabajo sea explotado o infravalorado. En lugar de descalificarlos por su falta de experiencia, la sociedad debería centrarse en apoyar y valorar el trabajo de los jóvenes profesionales, ofreciéndoles el espacio necesario para crecer y prosperar, sin condiciones injustas.
En el caso de Natalia, es evidente que su profesionalismo y talento hablan por sí mismos, y que las críticas que ha recibido no son más que el reflejo de una mentalidad retrógrada que, en lugar de reconocer su valor, intenta deslegitimar sus capacidades simplemente por su juventud. Tal vez lo más importante que podemos aprender de esta historia es que el respeto y la equidad no deberían depender de la edad, sino del trabajo y la dedicación que cada individuo pone en lo que hace.
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