Hace meses que un servidor ya avisó que el cambio que la música independiente en este país estaba experimentado era absolutamente imparable, y que darle la espalda era negar la realidad. Y no hablo tanto de reconocer a unos artistas que, seamos claros, no lo necesitan por que millones de personas ya los tienen encumbrados, como de asumir que las reglas del juego han cambiado. Me refiero a que todo estaba haciéndose a base de D.I.Y y redes, sin pasar (o al menos sin pasar mucho al principio) por los canales tradicionales, y lo estaban haciendo (esto es lo mas importante, en mi opinión) los principales valedores de la escena: los más jóvenes. Que todo este lio pueda tener los pies de barro y dure cinco minutos tal vez no sea menos cierto, pero que la música urbana ya ha sido plenamente absorbido por el imaginaro colectivo es un hecho. Por eso es perfectamente entendible la histeria que envolvía ayer el centro de Valladolid con la venida de la que, sin duda, es la gran diva del Trap ahora mismo. ¿Prefieren llamarlo die-hard fans versión 2.0?, la verdad es que da igual. Miles y miles de personas cantaron, bailaron y sudaron con unas canciones que, ¿esto es malo?, fueron pasto de Instagram al instante sin duda, pero que no tienen menos macula (cuestiones de gustos aparte, claro) que cualquier otra de otros estilos que son mejor aceptados por ser mas, esto es curioso, auténticos, según los cánones establecidos. La cantidad de peros que queramos buscarle, desde el exceso de artificialidad hasta los problemas que generan los shows de grandes arenas, son asumibles en este y en muchos otros bolos de estas características.
Desde que abre con “Jacaranda” el Bad Gyal Sound System funciona a toda maquina con el aspecto visual que enarbola que, es cierto, remiten a una gran diva del erotismo (como escribía alguien este año) en una pose de auto cosificación estudiada al milímetro. Empalma seguidas “Trust”, “Tu Moto” y saluda cuando presenta “Candela”, y el resto de la noche navega entre himnos juveniles (de eso se trata) y coreografías hiper-sexulizadas que, como se ha visto luego, molestan a los guardianes de nuestra salud moral (¿…?), como si realmente los necesitáramos para algo. No estoy diciendo que sea la salvación de nada ni que vaya a cambiar la historia de la música, digo que “Zorra”, Hookah” o la más gritada y anhelada “Fiebre”, merecen las mismas oportunidades que el resto. Hoy vuelvo a casa con la comparecencia del vaquero y la orquesta loca de los Mambo. Mañana les cuento.
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