El año pasado Kiko Veneno se destapaba en una entrevista con una de esas frases lapidarias que arrastran casi todo a su paso. Decía el hombre en la charla, y cito textual: “Yo legado no dejo ninguno. Lo mejor que he hecho como músico es dedicarme a la música y disfrutarla, sentirla, levantarme cada mañana con una canción en la cabeza” y aunque tal vez no le faltara razón al tipo, hoy, cuando me enchufo otra vez, María Cordovilla había abierto el fin de semana de concis, en la nueva normalidad de los bolos en la Sala B (algún día voy a tener que plantearme cambiar mi domicilio ahí, y por cierto impecables, intachables y acertadísimas medidas sanitarias para quien quiera hablar de la seguridad en los conciertos), me planteo sino yerra al ser tan categórico al hablar de la influencia que ha tenido en la música patria.
Verán, la cosa es que esta noche se pulían el pase de presentación de su primer álbum Saltinvanquis, la banda de Manuel Corrales y Bruno Pino que, no es casualidad créanme, citan a Pata Negra (y a Ketama otros que tal) entre sus influencias. No hará falta decir aquí de donde venían los hermanos Amador cuando hicieron el grupo y tampoco, porque a mi entender no es necesario a estas alturas, explicar ni reivindicar a Veneno; y ojo todo esto admitiendo que a lo mejor no va por ahí la cosa y que patino al hablar de los de Sevilla en estas líneas, viendo lo que exhibieron en el concierto que les remite a bandas y artistas mas actuales como Juanito Makande al que tributaron, pero no lo tengo claro.
Los dos tipos se han rodeado de un plantel de músicos excelentes (mención especial para esa fuerza de la naturaleza que es Christian Murgui en la batería, su productor el también bajista Max Echevarría y la guitarra de muchos quilates de David Toledo) para grabar y llevar al directo el seminal “Amar Hasta Doler”, que sale en unas semanas en formato digital y físico, y lo enseñaron entero con detalles verdaderamente brillantes (“Labrando el Camino”, los paradójicos aires sureños y mediterráneos de una canción que se llama “Lieja” o la estupenda “Amar Hasta Doler” con momentos de altura importante) y que apuntan maneras de querer hacer carrera en una escena que sufre menos que otras (como la de el Trap por ejemplo) la consabida saturación de artistas.
Con un set list generoso (trece temas con “Perro Callejero” en el bis) que se pasó en un santiamén y con la constricción de los actuales parámetros para que se puedan hacer bolos, merecieron el sitio y el sorprendente (lo confesaron ellos) sold out que marcaron en poquísimo rato. Sumen a eso que protagonizaron unos de los momentos del año al pedir un aplauso de todo el publico de pie vuelto hacia los técnicos y el personal de la sala, por fin alguien ha caído en ello, en un gesto que les honra y a un servidor hizo muy feliz, y ya se pueden imaginar la buena noche.
Por supuesto que hay camino que recorrer pero la cosa no puede pintar mejor (el momento de verles a los dos sin la banda, rememorando sus comparecencias en bares ellos solos fue muy acertado y descoloca verles hacer un “Volver”, si esa que están pensando, emotivo y sutil). Cuando se pueda en una sala, pequeña sudorosa y llena de gente, ya verán cómo nos van a dar muchas alegrías.
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