CRITICA DE HEREDITARY: UNA HERENCIA MALDITA
Ari Aster debuta en el largo con “Hereditary” (2018) tras varios cortos. Hay que decir que para ser debutante en este largo tiene bastante pericia en su realización. Consigue crear atmósfera y tensión durante el desarrollo de la película. Ha gozado de cierta reputación y ha sido colocada en un puesto alto dentro del género, aspecto que, en la mayoría de los casos, me hace ser bastante reticente cuando realizan ese tipo de marketing. La película, aunque recibe muy buenas calificaciones, en cierta manera, decepciona. Es cierto que tiene una primera parte absolutamente absorbente, muy bien narrada, con algún que otro momento impactante. También es verdad que a estas alturas es difícil encontrar una obra que sea totalmente innovadora y no es pecar de quisquilloso. La historia gira en torno a la muerte de la matriarca de la familia, la madre de la protagonista (Toni Collette, espléndida como siempre, al menos en las películas que he visto de ella) que esconde un terrible secreto sobre su implicación en temas de brujería y rituales poco ortodoxos que llevan a la familia a un destino terrible, y hasta aquí puedo leer.
La película juega, como es normal en las películas de terror, con nuestras expectativas. Hay momentos de cierta crudeza, pero también de terror totalmente puro, desnudo y eso es de agradecer. Por eso he distinguido entre una primera parte brillante y un tercio final o antes bastante predecible y que cae como un juego de naipes porque el director nos lleva a un desenlace de lugares comunes y es un aspecto que le hace un flaco favor a la película, porque todo lo que se ha edificado, nunca mejor dicho, cae como la casa Usher provocando la hilaridad, el susto barato y para mí, la “indecencia” de trucos con un final de aquelarre que es puro artificio sin sentido. Lástima, porque casi dos tercios de película prepara un oficio de ritual que luego deviene en una “traca” que no quema bien. El clima y la atmósfera del comienzo es espectacular y muy bien trazado, la verdad. El reparto trabajo bastante bien. Toni Collette trabaja haciendo miniaturas con casas de muñecas y están inmersa en un proyecto personal donde recrea en muñecos y en espacios su propia vida. Hay una excelente metáfora y es muy buena idea de guión. Ella recrea su vida desde su perspectiva realizando sus propios muñecos a imagen y semejanza como son ellos, como el mito de Prometeo, pero al mismo tiempo, algo sobrenatural pesa sobre la casa y está observando y “recreando” y “manipulando” sus vidas. Hay veces que hay secretos oscuros de familia y esta herencia es venenosa ya que la madre del personaje que interpreta Collette es manipuladora y perversa. Aparte de Collette, que se le conoce su profesionalidad, quiero abogar por la interpretación de la joven Milly Shapiro quien interpreta a Charlie, la hija de Collette, papel de una sensibilidad, sobrecogimiento y tristeza, por ser una “víctima-marioneta” de su abuela y su trágico destino nos provoca conmoción.
En cuanto a la puesta en escena es fría, relatando los hechos cotidianos con gran realismo y casi documental, para después llegar a un proceso de relatar lo sobrenatural de una forma poco convincente ya que hay mejores títulos sobre este tema de brujas vengativas, rituales, y oficios de magia negra que desde mi humilde punto de vista no están conseguidos. Pero sí es cierto que está por encima de la media del cine de terror actual que necesita savia o sangre de la buena, porque la que exponen está adulterada. El buen o gran cine de terror es como la sangre o+ que lo poseen pocas personas. Así está el género.
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