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‘Bienvenidos al sueño’: Arde Bogotá

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La pasada noche del 13 de diciembre fui testigo de un momento que marcará un antes y un después para los seguidores de Arde Bogotá. El Wizink Center de Madrid, el templo donde tantas leyendas han dejado huella, se llenó hasta la bandera para recibir a los cuatro amigos de Cartagena en su mayor fiesta hasta la fecha. Con un cartel de ‘sold out’ que se colgó en horas, la banda cerró su gira de 18 meses con un concierto inolvidable, de esos que uno no quiere que acaben nunca.

Desde el primer instante se respiraba la magia. Antonio García, el carismático vocalista, dio la bienvenida al público puntual, a las nueve de la noche, con una declaración que nos conectó a todos: “Bienvenidos al sueño y la ilusión de cuatro muchachos, esperamos que sea la fiesta de todos”. Y vaya si lo fue. Con esa voz grave que define el sello de la banda, comenzó un viaje de dos horas que recorrió cada rincón de su corta pero impactante discografía. Temas como “Veneno” y “Abajo” desataron la primera oleada de adrenalina y dejaron claro por qué Arde Bogotá se ha convertido en la banda del momento.

La puesta en escena fue espectacular. Una estética western que evocaba las películas de Tarantino marcó el tono visual de la noche. El escenario, dividido en dos alturas, estaba coronado por pantallas gigantes que no solo enfocaban a los músicos, sino también al público. Era como si la banda quisiera recordarnos que sin nosotros, su legión de fieles, esa noche no habría sido posible. Y esa sensación de comunidad fue palpable en cada momento.

El ritmo no bajó ni un segundo, salvo en algunos momentos muy medidos e intimos, como cuando interpretaron “Quiero casarme contigo” y “Nuestros pecados”. Canciones que permitieron al público tomar aliento, solo para volver a explotar con “Qué vida tan dura”. Es imposible describir lo que sentí al escuchar a miles de personas gritar al unísono “tan putamente dura”. El suelo del Wizink tembló. Literalmente.

Uno de los momentos más épicos de la noche llegó con “Flores de venganza”, su single más reciente, que ya es todo un himno del rock más cañero. Con este tema, Arde Bogotá nos mostró el camino que parece tomará su próximo álbum: una apuesta más atrevida y contundente. Pero si algo demostró esta noche es que también saben conmover. “Exoplaneta” fue prueba de ello, con el público iluminando el recinto con carteles que crearon una atmósfera casi mística.

La noche tuvo muchos momentos de esos que te dejan la piel de gallina, pero quizá el más emotivo fue con “Virtud y castigo”. En esta ocasión, la banda se acompañó de un quinteto de cuerda que transformó la canción en algo íntimo y trascendental. Mientras las cuerdas resonaban, el público tomó el relevo en los coros, creando un instante que ningún asistente olvidará.

Pero no todo fue calma. “Los perros” y “Antiaéreo” devolvieron la energía al concierto en un estallido final que nos recordó por qué el rock sigue siendo un género inmortal. Y como broche, “Cariño”. No podía ser de otra manera. Antonio se lanzó al público en un baño de masas desatado que cerró la velada con una sonrisa colectiva.

Me fui del Wizink sin voz, con agujetas de tanto saltar y con el corazón lleno. Arde Bogotá no solo demostró que son la banda del momento, sino que están aquí para quedarse. Su capacidad para conectar con el público, reinventar el rock y convertir un concierto en una experiencia casi espiritual es única. Anoche no solo incendiaron Madrid, nos dieron un regalo que nos llevaremos siempre. Gracias, Arde Bogotá, por dejarnos bailar con el dolor y el éxtasis. Hasta la próxima.

Andrés Grande
Informando desde los 14 años. Entusiasta del periodismo, la fotografía y la buena música.

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