El descubrimiento de los microorganismos
Un siglo antes de que naciera Linneo, Zacharias Janssen ya había inventado el microscopio y a mitad del siglo XVII, el mercader de telas holandés Anthonie van Leeuwenhoek consigue fabricar una versión mejorada.
Usando estos artilugios, el británico Robert Hooke realizó la primera descripción de un microorganismo en su libro Micrographia (un auténtico best-seller científico de la época que contaba con dibujos muy detallados de sus observaciones). En concreto se trataban de los cuerpos fructíferos (las estructuras con esporas de algunos hongos) de mohos.
Además, Hooke acuñó el término célula (cell) para referirse a las «celdillas» del corcho cuando era visto bajo el microscopio.
Además, el propio van Leeuwenhoek también utilizó el microscopio para describir bacterias: en función de la forma que tenían esos diminutos seres – a los que llamó animálculos – distinguía entre cocos (forma esférica), bacilos (forma alargada)…
Ahora bien, los pequeños seres que solo se podían observar al microscopio, ¿qué eran? Si tenemos en cuenta la clasificación anterior de los seres vivos solo podían ser animales o plantas (ya que el controvertido reino Lapides encuadraba a los minerales que no estaban vivos). ¿Cuál era su naturaleza?
El sistema de los tres reinos
Cuando Hooke y Leeuwenhoek hicieron descripciones de los microorganismos, se pensó en colocarlos como un grupo aparte, formando un tercer reino. Así, Richard Owen creó en 1858 el Reino Protozoa para encasillar a estos seres diminutos.
El biólogo John Hogg en un extenso trabajo titulado «On the distinctions of a plant and an animal and on a fourth kingdom of Nature» recoloca a los microorganismos en el Reino Primigenio o Protoctista puesto que no le gustaba la denominación de Protozoa (zō(o)- animal) al existir algunos de estos seres que poseían características más propias de vegetales que de animales.
No obstante, a pesar de su gran trabajo, Hogg fue eclipsado por Ernst Haeckel, quien llamó en 1866 al tercer reino «Protista». Dentro colocó a los hongos, a las esponjas, a las algas y a las bacterias. En concreto estas últimas formaban la división Monera – la división o phylum se convirtió en una nueva categoría taxonómica-.2 es poco, pero 3 también: el sistema de los 4 reinos
Claro, con estos 3 reinos surgió otro problema: el reino Protista era un auténtico cajón desastre. Tras muchas investigaciones, el propio Haeckel hizo reordenamientos para intentar dejar un cajón más colocado, pero no fue hasta la década de 1880 que Otto Bütschli hizo tambalear al sistema de tres reinos.
Bütschi creía que era erróneo considerar a las bacterias de este grupo ya que apenas tenían algo que ver con las algas o con los hongos que también pertenecían a este grupo.
Además, su teoría sumó muchos adeptos gracias a que, en 1925, Édouard Chatton escribiera sobre la diferencias a nivel celular entre procariotas (sin núcleo) y eucariotas (con núcleo).
[Para comprender mejor esta distinción, simplemente hay que explicar que las células animales y vegetales si son vistas bajo un microscopio presentan un núcleo, una zona en la que hoy en día podemos decir que se almacena el material genético. Sin embargo, en las bacterias no hay dicha zona, sino que su ADN o ARN se distribuye por todo el organismo. El núcleo ya fue descubierto por van Leeuwenhoek, aunque obviamente ni el mercader ni el joven Chatton sabían qué había dentro de él…]
La invención del microscopio electrónico por Ruska y Knoll durante la primera mitad del siglo XX facilitó que en 1956, el estadounidense Herbert Copeland separase a las bacterias en un cuarto grupo: el reino Monera (haciendo alusión al nombre propuesto por Haeckel).
El sistema de clasificación de los seres vivos de Copeland ahora ya tiene 4 reinos: Animalia (animales), Plantae (plantas), Protista (algas, hongos) y Monera (solamente para organismos procariotas – SIN núcleo – : las bacterias).
El poder de los hongos
En 1959, el ecólogo estadounidense Robert Whittaker publicó On the Broad Classification of Organisms proponiendo un quinto reino: el reino Fungi.
Espera, espera, ¿otro más? Pues sí, porque Whittaker se dio cuenta de que los hongos difieren mucho de los vegetales y de las bacterias: son eucariotas (tienen núcleo), poseen una pared celular de quitina (totalmente diferente a la de las bacterias) y no realizan la fotosíntesis como las plantas. Luego, poseen todas las papeletas para formar un reino nuevo.
Y así fue. La clasificación de los 5 reinos de Whittaker fue muy extendida y apoyada por numerosos científicos y científicas como la bióloga Lynn Margulis, a quien le debemos hoy en día la teoría más sustentada acerca del origen de las células eucariotas: la teoría endosimbiótica seriada.
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