Ni me molesto amigos. Me he rendido con las ceremonias de entregas de premios por, en mi opinión, ser demasiado pesadas y autocomplacientes pero mira por donde este año la de los Oscar dio un instante para congelar en la memoria.
Seguro que lo han visto.
La cosa es que estaban haciendo un repaso a algunos de los temas originales más importantes de la historia del cine (que gozada fue ver de nuevo al Señor Rubio con la navaja o a la pandilla del Club de los Cinco junto al gran Lonnie, mis respetos a Billy Redden, con su banjo) y lo acababan con unas escenas de “8 Millas” la peli de Curtis Hanson por la que una canción de Eminem (no necesitaré hablarles aquí de “Lose Yourself”) ganó un Oscar en 2003.
Y entonces de repente sin estar anunciado el tipo aparece en el escenario del Dolby Theatre cantándola y lo que ocurre es que le parte la cara a una gala, otra más, tediosa y onanista hasta la saciedad.
Y miren si. Es verdad que se puede hablar mucho de la jugada: oportunista por la salida del disco, bajada de pantalón frente a la academia por no haber ido a recoger su premio cuando se lo dieron y ahora si, y mil cosas mas. Pero en mi modesto entender todo se resume en que barrió de un manotazo todo lo demás de la noche con una interpretación, olviden la censura, matadora. Las reacciones en el patio de butacas fueron muy cómicas y reveladoras: del fraseo de cada verso de Kelly Marie Tran a la cara de WTF? de Idina Menzel pero les recomiendo que si buscan el video, no se pierdan a Martin Scorsese y, menudo papelón salir después de semejante exhibición, Billie Eilish.
Alguien en la red comentaba que había sido el comeback del siglo.
Yo desde luego si ahorro pasta de las vueltas de la tienda de tebeos le meto ficha para que venga a mi festi.
Increíble.
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