CRÍTICA: ALPHA
En la Historia del cine, el tema sobre la relación entre el Hombre/Mujer y la Naturaleza ha sido muy recurrente desde la época del mudo y un éxito asegurado en cuanto a despertar el interés tanto de la crítica como del público. Se emplean grandes despliegues técnicos como el rodaje de exteriores, una cuidada fotografía, o unos buenos efectos especiales. Si tuviera que escoger un ejemplo de obra perfecta sobre este tema, y como una de las cumbres del cine, sería Dersu Uzala (Akira Kurosawa, 1975), además de otros temas como la amistad; una obra poliédrica. Cito esta maravilla de Kurosawa porque la película que vamos a tratar toca tanto el tema de las dificultades del ser humano bajo unas condiciones meteorológicas y naturales difíciles y la relación de amistad entre un ser humano y un animal, un lobo. La película es Alpha (Albert Hughes, 2018), una coproducción entre Canadá y EE. UU. Gran parte del rodaje en exteriores se realizó en Alberta y otros lugares de Canadá. Los interiores se hicieron en los estudios estadounidenses. Centrándonos en la historia que cuenta su director: en la época de la Prehistoria, hace unos 20.000 años, un joven, tras su iniciación al alcanzar la “edad adulta” para poder salir a cazar con el resto de la tribu, se le da por muerto tras ser embestido por un bisonte. A partir de ahí, empieza para él un viaje iniciático donde aprenderá duras lecciones de vida. De ser un chico inseguro en un comienzo, alcanzará la madurez. A lo largo de ese peregrinaje y pasar por duras pruebas contra animales salvajes y la fuerza de la naturaleza, encontrará un compañero de viaje de cuatro patas, un lobo al que se le llamará Alpha. En un principio serán enemigos acérrimos y tratarán de matarse entre ellos y, para no destripar más el argumento, habrá una evolución en su relación.
En cuanto a su realización, se agradece que la película no se regodee en truculencias como otras películas que acontecen en la época de la Antigüedad. Está correctamente filmada. Tiene una duración ajustada de poco más de 90 minutos. En cuanto a efectos especiales, la escena de la cacería de los bisontes tiene un exceso de uso de ordenador y se nota excesivamente su artificiosidad y poca naturalidad. Otros momentos son excelentes como el uso de drones o las bellísimas transiciones entre planos. Es una película correcta sin grandes pretensiones. De entre la mediocridad que existe en las carteleras actualmente, y cada vez más, esta película destaca por su simplicidad y/o sencillez. Hay algún que otro momento en el que le falta algo de brío, pero las escenas existentes entre el chico protagonista y el lobo son excelentes, lo mejor de un film gratamente visible.
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