Tenía pensado empezar el año de mis escritos en esta casa, hablándoles de un montón de temas que se me antojaban importantes: la hora, escasa, que tardaron en volar las entradas para el conci que el bardo de Duluth va a dar en la ciudad en unas semanas, la maravillosa Amber Cougar Mellecamp en Late Night with Seth Meyers (un día con calma les hablaré de este tío en el especial de talk shows que estoy preparando para estos textos), o la fijación enfermiza que tengo con “Mass VI” el ultimo álbum de Amenra.  Pero con su permiso señoría, me lo salto todo.

 

Es la muerte por enésima vez, maldita sea.

Dice Servando Rocha en la nota preliminar del imprescindible “La facción caníbal: Historia del vandalismo ilustrado” (si no lo han leído les recomiendo que lo solucionen cuanto antes): “Cada época sueña con la siguiente. Nada desaparece”.

Permitan que haga mío el axioma, mientras evoco tiempos pasados y no necesariamente mejores.

Interior, luz escasa y humo en cantidad:

Estoy en no se que sala con un viejo amigo fan a muerte de Motörhead. Me enseña el tatuaje de la banda que se ha hecho y me cuenta que les ha visto docenas de veces. Como de costumbre con estas cosas no se que decir.

Exterior en el campo, llueve a mares:

Me miro de arriba abajo evaluando daños, después de que una especie de garrafa, llena de (Glupsss!) fluidos, me haya alcanzado en medio del pit de un festi inglés. Mi compañero de localidad (¿…?) se parte de risa y me dice que Sistem of a Down, que están a punto de salir, siempre le han recordado a las grandes bandas inglesas como Motörhead. Yo no lo veo claro y se lo digo con mi ingles del monte profundo.

Dentro de una librería, charla sobre regalos:

Le hago llegar mi presente de cumpleaños a un conocido. Cuando le doy “Lemmy: La autobiografía”, el libro que escribió el hombre al alimón con la gran Janiss Garza, la decepción se palpa en su cara. Apostaría a que no sabe quien es, pero no estoy seguro“Todos los cretenses son unos mentirosos”. Nunca hasta ese momento había visto tan clara la famosa paradoja que me obsesiona tanto.

Y llegamos al meollo de la cuestión casi ya por imperativo legal. La cuenta de bajas sigue aumentando. De Jhonny Hallyday a (por dios, el también) Malcolm Young. De Chuck Mosley a Fats Domino. De Grant Hart a Chester Bennington. De Gregg Allman a Chris Cornell. Y, claro, “Fast” Eddie. El ultimo de los tres. Y los que me dejo amigos, por que si hablamos de cine no terminaríamos. Menudo año el pasado.

La cuestión que subyace sale casi sin querer.

 

Juan Villoro en el prologo de “Como entrevistar a una estrella de Rock y no morir en el intento”, el libro de Fernando García, (acertado o no se titula “El arte de admirar a los monstruos”) dice: “¿Cómo ignorar a los iconos de la sociedad del espectáculo, esos taumaturgos capaces de cambiar la moda y las conciencias?”.

De acuerdo con la pregunta pero el problema es que se nos están muriendo a mares, así que ¿cómo lo hacemos luego?. ¿Es seguro que todo el mastodóntico legado de esas estrellas de lo nuestro, podrá permanecer en el tiempo?, y otra cosa  ¿ya hay relevos o no?. Dependiendo de a quien pregunten les dirán una cosa o la otra. Yo simplemente ya estoy cansado de escribir panegíricos que, para que nos vamos a engañar, no sirven para mitigar el dolor.

Así que lo  prometo. Es el ultimo balance que hago en mucho tiempo. Pero vaya por delante que sangra el alma al pensar en lo que nos vamos a perder.

Ojalá hubieran podido venir a lo del veintitrés de junio.

Paco Jiménez
El Rock n Roll es más grande que la vida

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