Música

Bohemios y Adiós a la bohemia: dos visiones de la bohemia en escena

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El Centro de las Artes Escénicas y de la Música (CAEM) de Salamanca acogió la interpretación de la producción singular que unió la zarzuela Bohemios de Amadeo Vives y la ópera chica Adiós a la bohemia de Pablo Sorozábal. Este evento, fruto de la colaboración entre la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes y el Conservatorio Superior de Música de Castilla y León (COSCYL), reunió a más de cien estudiantes de distintas disciplinas artísticas, consolidándose como una muestra de talento joven al servicio de dos obras que, aunque distintas en estilo y carácter, comparten una unión temática: la bohemia como ideal y como reflejo de una realidad compleja.

La elección de estas dos piezas resultó especialmente significativa. Bohemios, compuesta en 1904 por Amadeo Vives, es una zarzuela en un acto inspirada en Escenas de la vida bohemia de Henry Murger, obra en la que también se basa La Bohème de Puccini. Mientras que la ópera italiana se adentra en el drama y la tragedia, la zarzuela de Vives ofrece una visión más amable y lírica, sin perder la esencia romántica y evocadora de la vida bohemia.

Por otro lado, Adiós a la bohemia, con música de Pablo Sorozábal y libreto de Pío Baroja, plantea una perspectiva más realista y desencantada. La historia de Ramón y Trini refleja el ocaso de la vida bohemia, marcada por la incertidumbre y las dificultades económicas. Esta ópera chica, escrita en 1933, se aleja de la idealización y retrata los desafíos que enfrentan los artistas en una sociedad cambiante.

Uno de los aspectos más destacables de esta producción fue su carácter multidisciplinar, en el que participaron estudiantes del COSCYL no solo en la interpretación musical, sino también en la dirección escénica, la gestión de producción y la investigación musicológica. la puesta en escena contó con la colaboración de diversas instituciones educativas como son el Centro Integrado de Formación Profesional Rodríguez Fabrés en el ámbito de la Iluminación, para el diseño gráfico y la escenografía se vio involucrada la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Salamanca y quienes maquillaron y caracterizaron a cada uno de los actores fueron alumnos del Instituto de Enseñanzas Aplicadas Salamanca.

Este enfoque formativo permitió a los estudiantes experimentar de primera mano los diferentes procesos que intervienen en una producción de ópera y zarzuela, aportando una visión integral y enriquecedora al espectáculo mostrando así el proceso completo de una producción de este calibre.

La escenografía destacó por su detallada recreación de los espacios bohemios del París decimonónico y el Madrid de principios del siglo XX. La iluminación ayudó a diferenciar las atmósferas de ambas obras: tonos cálidos y envolventes para Bohemios, y una paleta más fría y austera para Adiós a la bohemia, en consonancia con su mensaje más introspectivo. El vestuario y el maquillaje contribuyeron a la caracterización de los personajes, reforzando la ambientación y ofreciendo un acabado visual que facilitó la inmersión del público en las historias.

Desde el punto de vista musical, la orquesta del COSCYL, bajo la batuta de Bartolomé Pérez para la orquesta, la dirección del coro a manos de Elena Ruiz, la dirección vocal por Abenauara Graffigna, ofreció una interpretación destacable, demostrando un alto nivel de preparación y sensibilidad artística.

Las voces solistas cumplieron con solvencia, con una entrega notable por parte de los intérpretes principales. En Bohemios, el dúo entre los protagonistas, interpretado por Almudena Martínez y Miguel Domínguez (en los papeles de Cosette y Roberto Randel, respectivamente), fue uno de los momentos más memorables de la noche. También destacaron las interpretaciones de Jesús Calvo y Juan Antón en los roles de Víctor Duval y Girard.

En Adiós a la bohemia, la interpretación de Ramón y Trini, a cargo de Juan Antón y María Navarro, transmitió con gran expresividad la complejidad emocional de la obra. Asimismo, la actuación de Jaime Álvarez en el papel del Poeta Vagabundo aportó profundidad y matices a la representación.

El público, compuesto en gran parte por melómanos y estudiantes de música, respondió con entusiasmo a esta doble propuesta, reflejando su interés y apreciación por ambos géneros.

Sin embargo, se observó que una parte del público abandonó la sala entre las dos representaciones, lo que sugiere la importancia de mejorar la comunicación sobre la estructura del evento, asegurando que los asistentes conozcan de antemano la duración y el esquema del programa.

Otro aspecto para considerar en futuras producciones es la sonorización del espacio. En algunos pasajes, el balance sonoro entre la orquesta y las voces dificultó la comprensión del texto cantado, lo que podría haberse mitigado con un ajuste acústico o el uso de la concha acústica del teatro.

Esta producción no solo puso en valor la zarzuela y la ópera chica, géneros que a menudo tienen menor presencia en la programación habitual, sino que también brindó una oportunidad excepcional para que los jóvenes artistas asumieran el desafío de llevar a escena un espectáculo de gran envergadura.

Más allá del éxito artístico, el evento demostró la importancia de la colaboración entre educación y cultura, permitiendo que la tradición musical siga viva y evolucione con las nuevas generaciones. Sin duda, una iniciativa que marca un precedente en la formación y difusión de la lírica en Salamanca.

Texto: Víctor Grande

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