Este sábado viví una experiencia que aún resuena: el concierto de Rodrigo Cuevas en el CAEM de Salamanca. Con su propuesta arrolladora, una pregunta surge con fuerza: luces, humor y ritmo, ¿es esta la forma de reivindicar el folklore? Para muchos, la respuesta es un rotundo sí.
Desde el primer momento, el artista asturiano dejó claro por qué llena teatros y conquista al público. «Los charros no se me resisten», dijo con desparpajo, recordando cómo hace años solo unas pocas personas acudían a verlo en la sala Almargen. Hoy, con el CAEM abarrotado, su evolución es testimonio de cómo su carisma y visión han transformado la forma en que entendemos el folklore. Rodrigo no solo mantiene viva la tradición; la expande y la reimagina.
La gira La Romería es mucho más que un homenaje a la tradición: es una revolución que la lleva a nuevos terrenos. Rodrigo combina letras y música propias con adaptaciones y arreglos que rescatan la esencia del pasado, pero las presenta en una puesta en escena que cautiva por su audacia. Humor, crítica social, sensualidad e ironía se entrelazan para crear una experiencia única, donde el folklore se siente vivo, dinámico y en constante evolución.
El concierto fue un viaje emocional y físico. Cada tema nos transportó por paisajes sonoros que alternaban entre la melancolía y la euforia. Las vibraciones discotequeras que impregnaron algunos temas no restaron autenticidad, sino que demostraron cómo la tradición puede dialogar con lo moderno. Lejos de diluir el mensaje del folklore, Rodrigo lo potencia, haciéndolo accesible y relevante para nuevas generaciones.
Uno de los momentos más memorables fue «Rambalín», una canción que encarna perfectamente su visión artística: justicia poética y emotiva que reivindica la diversidad y la inclusión. Aquí, la emoción no surge solo del espectáculo, sino de un profundo respeto por las historias que forman parte de nuestro patrimonio cultural.
Rodrigo no solo canta; interpreta, conecta y provoca. Sus comentarios mordaces, sus movimientos electrizantes y su autenticidad lo convierten en un artista que desafía los moldes. Este Manual de Romería no es una ruptura con el pasado, sino una reinterpretación que permite que las raíces crezcan en nuevas direcciones. La modernidad no borra la tradición; la reimagina, la enriquece y la proyecta hacia el futuro.
Salí del CAEM con una convicción renovada: el folklore necesita propuestas como las de Rodrigo Cuevas. Su valentía para experimentar y su capacidad para emocionar son justo lo que hace falta para que nuestras raíces culturales sigan siendo relevantes. Si tienen la oportunidad de verlo en directo, no lo duden. Rodrigo demuestra que el folklore no solo está vivo, sino que tiene un futuro brillante.
Comentarios