Era una cita imprescindible. La edición 2024 del Festival de las Artes de Castilla y León volvía a sumar a la ciudad en cuatro días, en realidad mas, en el paraíso, y la convertían por esas pocas horas en un oasis dentro de la acostumbrada parquedad de propuestas artísticas que padece. Charlar con quien desde hace un par de años lleva el timón del festival lleva también conocer un poco al artista creador e innovador pero al docente también. Rodrigo Tamariz se sienta a mi lado y me cuenta.
De Calixto Bleito a Carlos Jean la nómina de directores a lo largo de la historia del festival es enorme y cada uno ha impreso su sello personal en él. El cuándo, cómo te decides es importante, pero el por qué te decides, me parece primordial para entender que te lleva a aceptar el cargo.
Aceptar el cargo no fue una duda para mí; fue un honor. Empecé hace 20 años en Castilla y León con videomapping, una de las primeras personas en hacerlo en el mundo, y mis primeros trabajos fueron en México y Uruguay, donde gané premios nacionales y fui profesor en Cuba.
Mi carrera ha combinado experiencias en y fuera de mi región, y he trabajado en proyectos culturales con comunidades indígenas en el Amazonas, colaborando con universidades locales. Esto me llevó a integrar elementos culturales y sociales, una labor que considero crucial.
He recibido premios y reconocimiento tanto en España como internacionalmente, y creo que mi rol va más allá de la programación y gestión cultural; se trata de integrar diversos aspectos culturales de una comunidad para lograr algo significativo. El festival estaba desconectado y mi objetivo es reconectarlo, integrando localmente y expandiendo nacional e internacionalmente.
Desde el momento que te animas a dirigirlo llegas a un edificio a medio construir que arrastra un montón de trabas en forma de frentes abiertos, en lo político usado como bochornosa arma arrojadiza en lo social con Salamanca guardando una fría distancia y en lo artístico también con los vaivenes y la al menos desde fuera la falta de una línea clara que definiera el festival…
Me alegra decir que actualmente el festival no está politizado. La libertad absoluta en la programación permite que no haya injerencia política, lo que significa que podemos ofrecer espectáculos que provoquen y emocionen sin ninguna presión externa.
El Festival Internacional de las Artes, por su nombre, debe incluir todas las artes, no sólo música o tecnología. La vanguardia puede manifestarse de muchas formas, desde un maestro chocolatero creando esculturas hasta un grupo de clowns transformando dramas clásicos en comedias.
Nuestro objetivo es integrar todas las artes, ofreciendo experiencias que no sólo impresionen momentáneamente sino que dejen una huella duradera en el público, provocando empatía y reflexión. La línea del festival se define por su diversidad artística y la capacidad de colaborar y sorprender.
Llevo años diciendo que uno de los problemas mas grandes que tiene el festival es el que parece no haber encajado nunca en el tejido social de la ciudad. La gente de Salamanca no lo siente como suyo, sino como algo impuesto desde Valladolid para contentar/contener parte de ese extraño olvido o casi envidia que se siente en provincias por el acceso a la “gran” cultura en general.
Entiendo que el festival ha parecido desconectado de Salamanca, pero estamos trabajando intensamente para integrarlo en el tejido social de la ciudad. La clave es la integración cultural, no solo la programación de eventos. Hemos involucrado a diversas entidades locales, como la Universidad de Salamanca y asociaciones de barrio, para crear proyectos que realmente resuenen con la comunidad.
Por ejemplo, hemos colaborado con mil niños de Salamanca en un proyecto de videomapping y trabajado con la Escuela de Danza Superior de Valladolid para realizar espectáculos con artistas locales. Esta integración no se logra de un día para otro; es un esfuerzo continuo que requiere diálogo constante con las comunidades locales.
Paso mucho tiempo en Salamanca, más que cualquier director anterior, hablando y escuchando a la gente. Este compromiso asegura que el festival no sea visto como algo impuesto, sino como un verdadero reflejo de la cultura salmantina. Estamos firmes en nuestra programación y generosos en nuestra colaboración para hacer del festival algo que todos sientan propio.
Queremos exposiciones, conciertos, instalaciones, y no nos faltan, a las pruebas me remito, contenedores. Lo que nos falta son contenidos. Está claro que la vuelta el año pasado fue un punto de inflexión en las últimas ediciones. Se ganaron y recuperaron espacios y se generó ilusión, el ejemplo más claro es la espera de este año con lo que fuera a ver en el Huerto, y a eso me refiero con lo de implicar a toda la ciudad. Además, es un poco curiosa la polémica que se genera cada año con el festival cuando se anuncia la nómina de artistas de las distintas disciplinas. A nadie parece convencerle nada aunque no lo conozcan, y eso en un giro demencial hace que se le acuse de elitista (¿…?)
Entiendo la preocupación por la falta de contenidos, aunque disponemos de espacios y recursos. La vuelta del año pasado realmente marcó un punto de inflexión, recuperando espacios y generando ilusión. La expectación por lo que se presentará en el Huerto este año es un claro ejemplo de esto.
Implicar a toda la ciudad es fundamental. No basta con llenar espacios; necesitamos que los contenidos resuenen con la comunidad. La programación debe ir más allá de atraer grandes multitudes con eventos populares. Debemos mantener la identidad del festival como un evento que integra todas las artes, desde lo popular hasta lo vanguardista.
El éxito del festival no debería medirse solo por la cantidad de asistentes. La cultura no se trata de números, sino de la calidad y el impacto de los eventos. Es fácil llenar espacios con nombres populares, pero eso no cumpliría con la misión del festival de ser un referente cultural innovador y conectado con la ciudad.
Queremos que el festival sea reconocible y que se hable de él todo el año, no solo durante los días del evento. Necesitamos espectáculos de calidad que mantengan viva la conversación sobre el festival, tanto dentro como fuera de Salamanca. La verdadera meta es que la comunidad sienta que el festival es suyo y que lo identifique como un evento de gran relevancia cultural.
Hace unos días en una entrevista a la agencia EFE hablabas de crear. Me parece muy importante y definitoria de tu labor al frente del festival que defiendas con uñas y dientes la auto creación, para que la identidad del evento tenga vocación internacional…
La creación es fundamental para mí y es parte esencial de mi trabajo en el festival. No lo hago por razones económicas, sino por la ilusión y la pasión que me genera. Incluso, a menudo, pago mis propios viajes y gastos en Salamanca, porque quiero tener la libertad de hacerlo sin estar atado a justificar cada gasto.
Me molesta cuando se dice que soy solo un creador sin capacidad de gestión. Para dirigir un festival como este, necesitas experiencia tanto en la creación como en la gestión. Mi trayectoria incluye la creación de cuatro escuelas y un centro de arte en Kenia, lo cual es un ejemplo de integración cultural que no se trata solo de creación, sino de gestionar y mantener esos proyectos.
Ser director de un festival requiere una combinación de habilidades de creación, programación y gestión. Cuando se subestima esto, se infravalora todo el trabajo y esfuerzo que conlleva. La auto creación es crucial para mantener la identidad del festival y darle una vocación internacional, pero también lo es la capacidad de integrar y gestionar todos los aspectos del evento.
Al enfatizar sólo en la creación, se puede pensar que no soy capaz de gestionar el festival, lo cual no es cierto. Aprecio la importancia de la gestión y la seriedad del trabajo, y me duele cuando se infravalora nuestro esfuerzo. Defender la auto creación es clave, pero también lo es reconocer y respetar el trabajo de gestión que permite que el festival funcione y tenga éxito.
Imagino que dirás, pero me resisto a no preguntarte si hay alguna disciplina artística que tenga más peso a la hora de hacer la programación…
Quiero creer que no hay una disciplina con más peso que las otras, pero es cierto que hay variaciones. Por ejemplo, tenemos mucha música y también mucho teatro. Hablemos en términos de números para tener una percepción más objetiva. En el festival tenemos alrededor de ocho conciertos, incluyendo eventos en el Patio Chico y en la Plaza Mayor. En cuanto al teatro, tenemos presentaciones en la plaza, en el Liceo, y otros lugares, sumando alrededor de seis presentaciones.
El videomapping es significativo, con seis espectáculos distintos. También tenemos cuatro exposiciones y una ponencia en la biblioteca. Además, llevamos telescopios a la calle para que la gente pueda observar la luna y las estrellas con astrofísicos, integrando esto con el mapping.
Aunque parece que el videomapping tiene una presencia importante, la música y el teatro también están bien representados. En total, el festival abarca una diversidad de disciplinas artísticas. Además, integrar tecnología en los espectáculos, como el videomapping con música en Sala Corrida, añade un valor especial. No se trata solo de la cantidad de eventos, sino de cómo se fusionan diferentes disciplinas para crear experiencias únicas y memorables para el público. La idea es que el festival sea una mezcla rica y equilibrada de diversas formas de arte y tecnología.
Un básico e imprescindible en todos los festivales, pero a base de cubrirlo puedo decirlo: el Facyl tiene un equipazo detrás. Y no me refiero solo a quienes van con el director, sino a toda la gente que trabaja esos días en llevarlo a buen puerto en todas las partes del festival…
Sí, la verdad es que tenemos un equipo brillante. Mi mayor factor diferenciador es la capacidad de liarnos con los proyectos. Por ejemplo, Estéfano, el creador del software, estuvo programando toda la mañana una idea que se le ocurrió. El director técnico y el director del telescopio más grande del mundo estuvieron enseñando a los chavales y a la gente que paseaba por la calle. Este nivel de integración y libertad es posible gracias a la amistad y la dedicación de todos.
No solo hablo de los días del festival, que son cuatro o cinco, sino de todo el año. El Facyl no se sostiene sin el trabajo incansable de producción, técnicos, periodistas y comunicadores. Después del festival, el trabajo de comunicación es vital para mantener la relevancia durante los 360 días restantes. No solo se trata de redes sociales, sino también de revistas especializadas y comunicaciones científicas que dan prestigio al festival.
Mucha gente trabaja desinteresadamente, sin cobrar, asesorando y recomendando. No hay cambios de favores ni tratos bajo la mesa. Prefiero ir directamente a las personas, reunirme con ellos en sus espacios, como el conservatorio. Este nivel de compromiso y profesionalismo es lo que sostiene y da prestigio al Facyl, integrando a toda la comunidad en el proceso.
La palabra casi da tanto miedo como ganas de sentir esperanza. Futuro. Está claro que el festival de cara a los años venideros debe intentar crecer aún más, lo que debería en teoría pasar por un aumento de presupuesto más medios más implicación política y social etc. y sobre todo qie la ciudad lo defienda como lo que es, algo básico para el arte y la cultura…
Vaya patata caliente, jajajajaja. Voy a ser sincero, no quiero entrar en política. La Junta de Castilla y León me ha dado libertad absoluta y me siento muy apoyado. No hablo de partidos políticos, hablo de mis sentimientos. Claro que más apoyo económico siempre es bienvenido. Cuanto más presupuesto, más podemos hacer de manera más sostenible y menos arriesgada.
Si el Ayuntamiento de Salamanca, Hostelería también colaborara más, por supuesto que lo aceptaría. La parte económica nos permite ampliar, crear más espacios, mejorar la comunicación. A veces me meto en jaleos, pero así soy yo. Mi labor no es solo de creación; para que el Facyl tenga prestigio debe ser el rey de los festivales de Castilla y León y luego exportarlo.
Creo que deberíamos crear pildoritas en toda la región cada mes o tres meses, para integrar el Facyl en el colectivo social. Estas actividades serían más programáticas que de creación, pero el objetivo final es mantenerlo en Salamanca. El Festival de Patrimonio puede expandirse a localidades más pequeñas. Quiero que el Facyl tenga prestigio como en Alemania con pildoritas en toda Europa y América.
Quiero colaborar con la Escuela de Danza de Burgos y llevar eventos con el nombre del Facyl a diferentes lugares. No pido mucho, pero creo que podemos abarcar toda la región.
Foto. I. Diosdado | Transcribe. A. Grande | Agradecimientos: Revolutum Salamanca
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